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Las calles, las plazas representan para mí los recuerdos, las emociones,  que afloran y se transforman en momentos distintos, en procesos que van cobrando forma en otros niños, ahora mayores, con los mismos nombres y aquellos juegos que nos involucraron en sentir toda esa agitación o apatía desentendida, que cada uno poseía. Fueron directos y expresivos de nuestro propio carácter y de calle, plaza o refugios disimulados, en cada lugar eran juegos muy distintos. Así se establecieron las primeras integraciones y formamos las primeras estructuras de entretenimiento y travesuras también. Con el tiempo aquellas asociaciones acabaron en la pandilla, en que nos sentíamos implicados y cómplices, para cada cosa que probábamos imaginar y emprender. Eran muchas y en muchos sentidos distintos, en que no faltaba el deporte instintivo y llano, como jugar al futbol en el Prado o la Era.
La naturalidad de los juegos rurales tradicionales, aquella unión tan genuina, aunque compleja por su diversidad, muestra de nuestra idiosincrasia de comarca y confluencia con nuestras raíces, esa cultura tan perspicaz e ingeniosa que configuraban nuestro patrimonio sé está perdiendo. Aunque se ha recuperado algo por la iniciativa de algunos mayores que nosotros, ya sea jugando a la Petanca o la Tarusa, ocupando otro espacio ahora habilitado, con cariño, por todos ellos, en Las Escuelas.
La esencia de los juegos no ha cambiado, solo la idiosincrasia y objetivo, es lo que se ha modificado, en ello ha influido nuestra dependencia menor de los demás y el desarrollo socioeconómico muy distinto, también ha cambiado el aspecto intrínseco del carácter rural. Ahora es como una vuelta de rosca para recuperar aquel tiempo que paso con su sentido característico y distinto.

Miguel Angel en calle derecha

Las Cavas Solana del Ayuntamiento

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